¿Qué fotosub no le ha dicho alguna vez a otro algo así como “Lo dejé ciego”, en tono jocoso y en referencia a una larga sesión de disparos efectuados sobre algún pez? El que esté libre de flashazos, que tire la primera piedra.
Era, no cabe duda, una exageración como otra cualquiera, aunque no he dejado de encontrar gente que se tomaba este asunto de flashear animales de un modo más serio. O al menos ellos se ponían muy serios, argumentando que los destellos repetidos de los flashes submarinos causaban daños en los ojos de los animales marinos. Dado que aún no se ha descubierto la forma de preguntar a un mero si se está quedando ciego a fuerza de destellos, el argumento se sustentaba en la lógica: ¿Tú has visto cómo se te queda la vista haciendo chiribitas si te disparan un flash a la cara? Pues imagínate como te quedas si llega un tío y te pega 50 flashazos seguidos. Intuitivamente suena razonable, pero no deja de ser una mala aplicación de la lógica, porque presupone que la visión de un pez es igual que la de un humano, pero no lo es.
Naturalmente, la ausencia de pruebas de que los flashes afecten la visión de los peces (y de otros animales marinos), no suponía a su vez una prueba de lo contrario, así que era una cuestión de opiniones: los fotosub creíamos, o queríamos creer, que los flashes no dejaban ciegos a los peces (y para argumentarlo nos basábamos en nuestras observaciones), mientras que los detractores afirmaban lo contrario basándose en una especie de lógica antropomórfica. Nada que objetar, variedad de pareceres, como en tantas cosas de la vida. Lo incómodo para el fotógrafo submarino venía cuando alguien de la liga anti-flashes era al mismo tiempo propietario de una operación de buceo y le daba por limitar el uso del flash fotografiando caballitos pigmeo, o peor aún, si era la mente pensante de una capitanía marítima y salía con intentar prohibir el uso de luz artificial en una reserva marina (casos reales ambos).
Y ahí quedó la cosa, en empate técnico, hasta que muchos años después, y gracias a una entrada en el Blog VIMAR, me encuentro con que acaba de publicarse en la revista Nature Scientific Reports un estudio científico que trata precisamente de este tema. El estudio se titula Behavioural and pathomorphological impacts of flash photography on benthic fishes y resulta interesante, tanto en la curiosa metodología empleada, como especialmente en sus conclusiones. Estas se resumen en que los efectos de los flashes fotográficos sobre los peces bentónicos estudiados son insignificantes y no tienen impactos más fuertes que los causados únicamente por la presencia humana, aunque me parecieron especialmente destacables las conclusiones derivadas del estudio de laboratorio realizado con caballitos de mar, que pone de manifiesto que los flashes fotográficos no causaron cambios en la anatomía ocular y retiniana macroscópica de los caballitos de mar, del mismo modo que tampoco alteraron su éxito en la alimentación.
Esto último lo encontré incluso sorprendente teniendo en cuenta el método utilizado: para cada espécimen, se controló su posición en el tanque relativa al flash, el número de intentos de captura de su alimento (artemias) y el porcentaje de éxitos alcanzado. Todo ello mientras se disparaba un flash NG 32 a máxima potencia y a corta distancia cada 15” (grupo de alta frecuencia) o cada 30” (grupo de baja frecuencia) durante los 10’ que duraba cada sesión. El estudio no muestra diferencias significativas en los parámetros mencionados de los caballitos de ambos grupos respecto a los del grupo de control, a los que no se aplicaban destellos de flash. Resumiendo, que los caballitos flasheados a una potencia considerablemente superior a la que reciben en condiciones fotográficas reales, seguían comiendo tan tranquilos y con la misma puntería que sus congéneres no sometidos a la tiranía del flash.
¿Podemos concluir entonces que los fotógrafos no influimos en el comportamiento de los peces que fotografiamos, al menos si estos son caballitos? Pues no, en absoluto podemos decir eso. Lo que hemos leído solo demostraría (y no es poco) que la luz de los flashes no influye significativamente, al menos en el caso de la especie de caballito de mar Hippocampus subelongatus. No es puede afirmar que esto sea válido para cualquier especie de pez (y me vienen a la mente peces que viven en zonas poco iluminadas), aunque me parece infinitamente más válido que comparar peces y humanos. Lo que sin duda tampoco podemos hacer es interpretar que el fotosub no interfiere con sus sujetos: de hecho, la primera parte del estudio, realizada mediante observaciones en inmersión sobre pejesapos y signátidos, muestra que la influencia de los buceadores no es mayor cuando estos usan un flash, pero que sí existe una clara influencia cuando los buceadores fotógrafos acosan, tocan o mueven a los peces con la finalidad de obtener una fotografía mejor. Nada que no supiéramos ya.
A ver si hay suerte y los de la liga anti-flash leen el estudio, se convierten en la liga anti-toqueteo y nos dejan de dar la lata con su cruzada para salvar los ojos de los caballitos de mar pigmeos.