Cuando me propusieron hacer un viaje fotosub a Jardines de La Reina, no lo dude un instante: a pesar de llevar un par de décadas haciendo varios viajes anuales a destinos de buceo, nunca había buceado en Cuba, que siempre tuvo fama de ser un destino precario en cuanto a infraestructura y sobreexplotado en lo concerniente al medio marino.
Pero en los últimos años esta percepción ha cambiado, sobre todo gracias al archipiélago de Jardines de La Reina, que hace algo más de 20 años fue declarado Parque Nacional y del que se cuenta que era el lugar favorito de pesca y buceo de Fidel Castro (Quien casualmente murió el mismo día que aterrizamos en La Havana). Vistos los antecedentes, estaba claro que Jardines era la mejor elección para debutar en Cuba: por lo que decían, si esta zona me defraudaba, ya podía olvidarme de bucear en cualquier otra zona de la isla.
Y no defraudó. El lugar, lejos de la costa y deshabitado (Más allá de las pequeñas instalaciones necesarias para las operaciones de buceo), respira quietud y naturaleza: si todos estamos de acuerdo en que tomarse un mojito al atardecer en primera línea de playa de un resort tropical es el final feliz de un bonito día de buceo, hacerlo en un barco rodeado de manglares que se reflejan en un agua plana como un espejo y sin apenas mosquitos, es otro nivel.
El buceo está dominado por los tiburones, de arrecife, sedosos y algún nodriza, que ves en todas las inmersiones atraídos puntualmente por el cajón de comida que se baja, generalmente al principio o al final del buceo. Lógicamente no es lo único que vemos: hay bastantes grupos de peces, barracudas, meros de buen porte, algunas tortugas carey y abundantes tarpones, esquivos en otros lugares del Caribe que he visitado y bastante confiados aquí. El arrecife está en buen estado, lleno de esponjas y gorgonias, aunque escaso en cuanto a corales pétreos que llamen la atención. La guinda del pastel la ponen los cocodrilos, que se acercan al barco en su fondeo entre manglares atraídos por trozos de pollo que les ofrece la tripulación.
A este viaje no llevé lente macro: visto el estilo de buceo, cuales eran las estrellas del lugar y la ausencia de inmersiones nocturnas, pensé que era una buena oportunidad para aligerar el equipaje. Así que fui alternando las dos únicas lentes, un 10-17 y un 17-70, procurando aprovechar las virtudes de cada una con los tiburones y usando solo la primera con los cocodrilos (Una vez que ven el pollo, les importa más bien poco cuánto te acerques a ellos). Fue divertido centrarme en bichos grandes y no eché de menos el macro en ningún momento: tiempo habrá en otros viajes.
Una selección de fotos muy bonita e interesante.
Los colores son increíbles y no soy capaz de pronunciarme sobre la oportunidad de bucear con cocodrilos…alucinante!
Felicidades, me parece un gran trabajo.
¡Gracias Roberto! Me alegro de que te gusten. Los cocodrilos, al menos "esos" cocodrilos, no son para tanto… pasa como con los tiburones, cierto que son predadores en estado salvaje, pero se acercan a los buceadores solo porque van a conseguir sin esfuerzo la comida que estos les ofrecen. Ya lo verás cuando vayas a bucear por allí 😉
Magnífica entrada. Solo un apunte. Los tiburones del Caribe, no son grises. Es un error frecuente, que me corrigió Rachel Graham hace ya unos 6 años. Un saludo
¡Gracias Carlos! Y gracias también por la corrección: lo peor es que sabía que el "tiburón de arrecife del caribe" no es un tiburón gris, pero trasladé al escrito la denominación que tantas veces había repetido (y aun se me sigue escapando de vez en cuando) años ha. Buscando nombres locales para la especie, he leído en fishbase que en Cuba los llaman "cabeza dura", aunque no oí a nadie de allí llamarlos así…