Mi buen amigo Juan Ramón, que además es un notable fotosub, se arrepintió más de una vez de haber elegido una Canon EOS 5 como cámara de uso subacuático. Y no fue por la cámara en sí, de la cual estaba muy contento, sino por las complicaciones que le traía de vez en cuando el uso del TTL: los flashes que tenía eran compatibles con el TTL de Nikon (como la inmensa mayoría de los flashes del momento), así que su caja estanca Subal equipaba un adaptador para convertir la señal TTL de su EOS a un formato que los flashes pudieran entender.
Normalmente funcionaba, pero el adaptador tenía la fea costumbre de quedarse sin batería en los momentos más inoportunos, costumbre que a veces parece estar universalmente extendida entre los cachivaches eléctricos que usamos en la fotosub. Claro que saber esto no representa un gran consuelo cuando ves un carrete macro de un campeonato negro como el carbón porque el conversor se ha quedado sin pilas…
Los nuevos sistemas TTL son muy diferentes de los que tenían las cámaras de película, y el principal problema con el que nos enfrentamos ahora mismo no es el hecho de que se trate de una “señal” diferente: eso se podría arreglar con un conversor electrónico, de modo parecido a como hizo Juan Ramón con su equipo. Lo malo es que lo nuevos sistemas funcionan mediante pre-destellos del flash, que se usan para medir la luz reflejada en el sujeto como paso previo a la toma. Estos pre-destellos son muy rápidos y se suceden a enorme velocidad, lo que implica que el flash que queramos utilizar tendrá que ser capaz de generarlos, y es aquí donde casi todos los flashes fallan: solo unos pocos modelos, de muy reciente diseño, son capaces de funcionar en TTL con las réflex más modernas como las Nikon D2x y D200. Y ello siempre a través del correspondiente conversor.
Para los que venimos de la fotografía “analógica” hay dos posibilidades: adquirir nuevos flashes o utilizar nuestras viejas glorias en modo manual. Al fin y al cabo, el manual también existe.