Voy de paseo por Instagram y Facebook, a ver si averiguo que se cuece en la vanguardia de la fotosub. Veo corales de neón rojo y anthias en fucsia radioactivo, todo sobre un fondo azul ultramarino que haría parecer mate a la pintura metalizada de un Ferrari. No se si necesito un cambio de gustos o unas gafas de sol.
Cuando era niño y había una discusión sobre cualquier asunto estético, siempre había alguien (normalmente al que le estaban dando caña por su dudoso gusto) que soltaba un lapidario “Para gustos hay colores y para colores las flores”. Esta sentencia tan simplona era como la palabra clave que pactan los adeptos del sado para que no se les vaya la mano con el látigo: con ella se acababa la discusión. Viene esto a cuento porque no quiero que ninguno de los maltratadores, perdón, saturadores de fotos se moleste por lo que escribo sobre el tema: es una cuestión de gustos, cada uno tiene el suyo y yo solo expongo el mío, que además me da la sensación de que queda en minoría sobre este asunto. Solo hay que ver los numerosos comentarios que suelen acompañar a las fotos con colores hipervitaminados en las redes sociales, del estilo “¡¡¡OHHH!!! ¡¡¡QUE MARAVILLA DE COLORES!!! (así, en mayúsculas, que se note que lo gritan a pleno pulmón) para darse cuenta de que los seguidores de los colores Disney son legión.
A estas alturas, ya habrá intuido el astuto lector que yo estoy a favor de una cierta moderación en los colores, y nótese que no digo “colores más realistas”, porque tengo presente que la fotografía siempre es una interpretación de la realidad. Esto no me convierte en un integrista de la apariencia natural: a mi también me gustan las imágenes con colores vívidos y tampoco olvido que los motivos que fotografiamos tienen muchas veces colores llamativos. Ya en tiempos de la fotosub con película, muchos fotógrafos recurríamos al uso de la mítica Fuji Velvia porque aportaba colores más saturados que sus rivales. Por otro lado, el margen de “interpretación” del que disponemos en fotosub es muy amplio al no poder comparar los colores de nuestra foto con los del sujeto real ¿Qué color tiene realmente esa gamba que fotografiaste en la última inmersión? A menos que la saques fuera del agua (algo que estaría muy feo), nunca lo sabrás. Solo cuando fotografiamos sujetos que nos resultan muy familiares, como puedan ser los tonos de piel, podemos opinar con conocimiento de causa sobre si una foto tiene o no colores “naturales”.
Lo que me ha impulsado a escribir sobre la saturación del color en la fotografía submarina contemporánea no es una defensa de la “naturalidad”, sino la constatación de lo que parece ser el triunfo de otra moda fotosub que añadir a la lista encabezada por “bellas señoritas con vestidos rojos” y “superhipermegamacro es lo más” (yo diría que “siempre mejor con snoot” ha caído al tercer puesto). Tal y como sucede con todas las modas, se desarrolla una carrera feroz entre sus seguidores: si los adictos del macro extremo están bordeando la categoría microscopio a base de apilar lentes de aproximación y los retratadores de chicas vestidas de fiesta ya usan modelitos dignos de una boda real, al menos en cuanto a longitud de tela, en el caso de la saturación corremos el riesgo de que algún fotógrafo se queme los conos de las retinas durante la edición. Vale, puede que exagere un poquito, pero es que me da la sensación de que cada foto que veo está más saturada que la anterior.
Quizás algún fotógrafo se pregunte por qué veo como un defecto una saturación excesiva; al fin y al cabo, los colores serán más intensos y punto, pero esa no es toda la verdad: sobresaturando un color corremos el riesgo de perder detalle en las zonas afectadas. Por ejemplo, un primer plano de una gorgonia roja en el que se aprecia la delicada textura de los pólipos puede pasar a ser una silueta sin casi detalle del animal (eso sí, una silueta rojísima). Y eso ya no es algo subjetivo como el gusto por un color, o por la intensidad del mismo, sino una pérdida objetiva de una cualidad de la imagen. Una foto demasiado saturada no solo se arriesga a parecer irreal, también a tener poco detalle.
Aunque empecé hablando de fotos vistas en redes sociales, es evidente que no es el único lugar donde encontrar imágenes sobresaturadas. Haciendo de jurado en concursos también he podido comprobar como algunos fotosubs apuestan por esta moda para gustar al jurado ¿Lo consiguen? depende de los gustos de los miembros del jurado de turno, pero yo diría que estadísticamente sí: ante una foto muy saturada (lógicamente dentro de unos límites) hay más jurados dispuestos a subir un puntito, que a restarlo. Como sucede en todo, también los gustos de los jurados se van amoldando lentamente a las tendencias reinantes: seguro que hace 10 años a mi mismo me habría parecido decididamente chillona una foto que hoy día calificaría de saturadita sin más. Si la sobresaturación es una moda pasajera o llegada para quedarse, solo el tiempo lo dirá. Espero que no, porque yo ya estoy saturado de ver fotos submarinas con colores que parecen sacados de un (mal) viaje con setas alucinógenas.